Hoy, 28 de enero, fiesta de santo Tomás de Aquino, posiblemente el pensador más influyente de toda la Edad Media y uno de los más importantes de la historia de la Iglesia y una de las figuras más relevantes de la filosofía universal. Pero, ¿tiene algo que decirnos este hombre del siglo XIII a nosotros, ciudadanos de la aldea global en este siglo XXI? Parece que sí: por lo menos estas cinco cosas.
- Tomás de Aquino supo aprender de los diferentes, de los otros. Fue un pensador cristiano, que accedió a los textos de griegos paganos (Aristóteles en primer lugar) gracias a la transmisión de sus textos, a la traducción y a los comentarios de autores judíos y musulmanes (Avicena y Maimónides, sobre todo). Primera lección: no tengamos miedo de lo distinto ni de los distintos, salgamos de nuestra zona de confort, de lo ya conocido.
- La obra más importante de santo Tomás es la Summa Theologiae, elaborada a base de cuestiones temáticas en las que va analizando las distintas posturas de los autores para construir su propio pensamiento. Una primera lectura puede dar la impresión de que es un artificio formal demasiado rígido, pero varios especialistas han señalado que esta técnica es un desarrollo de los diálogos socráticos que recoge Platón. Es menos narrativo, pero en el fondo se trata del mismo esquema dialogal y dialogante. Segunda lección: sólo construimos un pensamiento propio, profundo y original si entramos en diálogo con otras personas, comprendemos sus posturas, argumentamos nuestras razones y deliberamos en común.
- Junto a la Summa Theologiae y los otros tratados sistemáticos, santo Tomás escribió acerca de cuestiones disputadas y cuestiones abiertas. Concretamente, tiene doce disputas llamadas Quodlibetales. Es decir, fue capaz de construir un ingente sistema completo y, al mismo tiempo, atender a las cuestiones de detalle, al hilo de la actualidad. Recuerda esto a lo que decía uno de mis maestros: “Lo importante es tener claro el marco; lo demás son perchas”. Tercera lección: necesitamos tener claro un marco (un sistema) para, desde ahí, poder abordar cualquier cuestión compleja e, incluso, inesperada.
- Cuando uno mira la obra de santo Tomás, queda realmente abrumado por su extensión, complejidad y profundidad. La sorpresa es aún mayor si caemos en la cuenta de que solo vivió 49 años y que no fue precisamente un sedentario, recorrió a pie unos 10.000 kilómetros. Eran otros tiempos, sí; pero también es cierto que pudo hacer buena parte del trabajo gracias a sus secretarios y otros hermanos dominicos. Aquí tenemos la cuarta lección: necesitamos trabajar en equipos interdisciplinares, hoy más que nunca.
- Hacia el final de su vida, santo Tomás tiene una honda experiencia mística y se niega a concluir la Summa. Cuando le insisten sus compañeros, responde: “No puedo. Todo lo que he escrito me parece paja comparado a lo que he visto y me ha sido revelado”. Tenemos aquí una verdadera humildad, muy necesaria en medio de todos nuestros afanes, intelectuales, de activismo social o del tipo que sean. El propio Tomás había escrito: “es mejor amar a Dios que conocerlo” (Summa Theologiae, I, q. 82, a. 3). Termino, pues, con esta quinta y última lección: necesitamos humildad para aprender a valorar lo más importante de la vida.
Deja una respuesta