Hoy traigo al blog un delicado corto animado nominado a un Oscar este año. Es una historia que contiene un firme mensaje contra el acoso escolar. Se trata de Lou, una muy original criatura que es testigo de los abusos de uno de los niños del colegio, abusos a los que decide poner fin con un inteligente plan…

Si te das cuenta la solución de Lou va más allá de lo que pensaríamos que se podría hacer para que J.J. “el acosador” deje que molestar a sus compañeros. Yo lo hubiera reprendido un poco y le habría hecho ver el daño que causa a sus compañeros, pero Lou va más a fondo. Después de una divertida persecución, y de un gran descubrimiento, va directo al corazón del problema y al corazón del niño: se da cuenta que él también ha sufrido lo mismo, se da cuenta que en algún punto de su vida J.J. también ha sido herido: le habían arrebatado algo valioso.

Lou le recuerda al pequeño J.J. lo que se siente haber perdido algo que quería mucho a causa de la “diversión” poco inocente de quien se aprovecha del otro. En cuanto toma conciencia, Lou lo invita a revertir el mal que ha hecho, e incluso se gana un abrazo espontáneo… De esta forma se abre de nuevo a la experiencia de la comunión, de la amistad que no saca ventaja, de esa que se da por pura generosidad, se siente sorprendido por recibir un cariño inmerecido y lo acepta.

Así este corto, no solo se puede ser una herramienta para ayudarnos a comprender qué es el bullying, sino que también nos ofrece una poderosa lección de introspección: ser capaces de entrar en nosotros mismos para darnos cuenta cuáles son las razones de fondo para actuar como actuamos y para ser conscientes de que el camino de la humildad y el perdón, sanan siempre nuestro corazón y lo hacen volver a lo más valioso, a lo que siempre hemos anhelado a pesar del caparazón de dureza que le hemos puesto. Una vez más el amor, una a una, derriba todas las barreras de nuestro corazón.

«En el mundo solo existimos en virtud de la comunidad de hombres. Solo podemos descubrir nuestra alma mediante el espejo de quienes nos observen. No existe ninguna profundidad en la vida sin la profundidad del bien común» (Paul Tillich).