Flew (1923-2010) era conocido como un gran defensor del ateísmo. Fue profesor de filosofía en distintas universidades: Oxford, Aberdeen, Keele, Reading, y la Universidad de York, en Toronto. Flew contaba así su conversión intelectual en una de las últimas entrevistas, al ser preguntado por su cambio:

«Dos factores fueron especialmente decisivos. Uno fue mi creciente empatía con la idea de Einstein y de otros científicos notables de que tenía que haber una Inteligencia detrás de la complejidad integrada del universo físico. El segundo era mi propia idea de que la complejidad integrada de la vida misma —que es mucho más compleja que el universo físico— solo puede ser explicada en términos de una fuente inteligente. Creo que el origen de la vida y de la reproducción sencillamente no pueden ser explicados desde una perspectiva biológica, a pesar de los numerosos esfuerzos para hacerlo. Con cada año que pasa, cuanto más descubrimos de la riqueza y de la inteligencia inherente a la vida, menos posible parece que una sopa química pueda generar por arte de magia el código genético. Se me hizo palpable que la diferencia entre la vida y la no-vida era ontológica y no química. La mejor confirmación de este abismo radical es el cómico esfuerzo de Richard Dawkins para aducir en El espejismo de Dios que el origen de la vida puede atribuirse a un “azar afortunado”. Si este es el mejor argumento que se tiene, entonces el asunto queda zanjado. No, no escuché ninguna voz. Fue la evidencia misma la que me condujo a esta conclusión».

Resulta interesante conocer cómo un filósofo es capaz de rectificar públicamente su ateísmo y, por honradez intelectual, al final de su vida acepta la existencia de un Dios Creador a partir de la ciencia y de la filosofía.

Su historia

Antony Flew, un filósofo británico, profesor de Oxford, y líder defensor del ateísmo por más de cincuenta años, honestamente siguió la evidenciay renunció a su fe naturalista en el 2004. En una entrevista publicada con otro filósofo, Flew dijo: «Toda mi vida ha estado guiada por los principios del Sócrates de Platón: sigue la evidencia, a dondequiera que conduzca». Después de rumiar su visión científica del mundo por más de cinco décadas, Flew concluyó: «una inteligencia superior es la única explicación válida para el origen de la vida y la complejidad de la naturaleza».

Su trabajo central

Previamente, en su trabajo central: The Presumption of Atheism (1976), Flew argumentaba que «la responsabilidad de probar [la existencia de Dios] debe recaer sobre el teísta». Sin embargo, a la edad de 81 años, Flew asombró al mundo cuando renunció a su ateísmo porque «el argumento a favor de un Designio Inteligente es enormemente más fuerte que lo que lo era cuando lo conocí». En la misma entrevista del 2004, Flew dijo: «Me parece que el caso a favor de un Dios al estilo aristotélico, quien tiene características de poder y también de inteligencia, es ahora mucho más fuerte que lo que jamás lo fue». La historia de Antony Flew nos recuerda que la física y la metafísica no son mutuamente excluyentes. Los descubrimientos científicos nos piden que sigamos la evidencia de la observación, sin importar el destino. ¿La vida realmente tuvo lugar en un vacío naturalista? ¿O su diseño, orden, y complejidad necesitan de algo más?

Su conclusión

Antony Flew es un pensador honesto que finalmente reconoció la existencia de Dios. Como muchos de nosotros, el reconocer es un paso enorme. Sin embargo, cuando se trata de las preguntas de Dios, sentido, significado, origen y destino, ¿podemos descansar en el simple reconocimiento? ¿Qué hay de las observaciones de Flew acerca del «Designio Inteligente» — la inmensidad, intensidad, y complejidad de todo? — ¿no nos obliga a avanzar y buscar señales adicionales de la verdad en la trayectoria de nuestras vidas?

Considerado hasta 2004 el filósofo ateo más férreo e influyente del mundo, Antony Flew aceptaba entonces la existencia de Dios.

En su libro Dios existe: cómo el ateo más famoso del mundo cambia de parecer, Flew explica el porqué de ese cambio: «recientes investigaciones científicas sobre el origen de la vida y el ADN revelan la existencia de una “inteligencia creadora”», asegura. Durante más de cinco décadas, este filósofo inglés fue uno de los más vehementes ateos del mundo. Escribió libros y, con audiencias multitudinarias, debatió con conocidos pensadores creyentes, entre otros con el célebre apologista cristiano C. S. Lewis.

Sin embargo, en el que celebró en la Universidad de Nueva York en 2004, los asistentes quedaron sorprendidos cuando Flew anunció que para entonces ya aceptaba la existencia de Dios y que se sentía especialmente impresionado por el testimonio del cristianismo.

page_1En su libro, cuyo título original es There is a God. How the world’s most notorious atheist changes his mind (Nueva York: Harper One, 2007), Flew no sólo desarrolla sus propios argumentos sobre la existencia de Dios, sino que argumenta frente a los puntos de vista de importantes científicos y filósofos acerca de la cuestión de Dios.

Su investigación le llevó a examinar, entre otros, los trabajos críticos David Hume al principio de causalidad y los argumentos de importantes científicos como Richard Dawkins, Paul Davies y Stephen Hawking. Otro de los pensamientos sobre Dios que tomó como referencia fue el de Albert Einstein, ya que, lejos de lo que afirman ateos como Dawkins, Einstein fue claramente creyente.

“Inteligencia creadora”

¿Qué llevó a Flew a cambiar tan radicalmente su concepto de Dios? Él explica que la razón principal «nace de las recientes investigaciones científicas sobre el origen de la vida; unas investigaciones que muestran la existencia de una “inteligencia creadora”».

Tal como expuso en el simposio celebrado en 2004, su cambio de postura fue debido «casi enteramente a las investigaciones sobre el ADN»: «Lo que creo que el ADN ha demostrado, debido a la increíble complejidad de los mecanismos que son necesarios para generar vida, es que tiene que haber participado una inteligencia superior en el funcionamiento unitario de elementos extraordinariamente diferentes entre sí», asegura.

«Es la enorme complejidad del gran número de elementos que participan en este proceso y la enorme sutileza de los modos que hacen posible que trabajen juntos. Esa gran complejidad de los mecanismos que se dan en el origen de la vida es lo que me llevó a pensar en la participación de una inteligencia», añade Flew.

En cuanto a la teoría de Richard Dawkins de que el llamado ‘gen egoísta’ es el responsable de la vida humana, Flew la califica de «ejercicio supremo de mixtificación popular». «Los genes, por supuesto, ni pueden ser egoístas ni no egoístas, de igual modo que cualquier otra entidad no consciente no puede ni entrar en competencia con otra ni hacer elecciones».

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«Ahora creo que el universo fue fundado por una Inteligencia infinita y que las intrincadas leyes del universo ponen de manifiesto lo que los científicos han llamado la Mente de Dios. Creo que la vida y la reproducción se originaron en una fuente divina», dice.

“Tres dimensiones que apuntan a Dios”

«¿Por qué sostengo esto, después de haber defendido el ateísmo durante más de medio siglo? La sencilla respuesta es que esa es la imagen del mundo, tal como yo la veo, que emerge de la ciencia moderna. La ciencia destaca tres dimensiones de la naturaleza que apuntan a Dios».

«La primera es el hecho de que la naturaleza obedece leyes. La segunda, la existencia de la vida, organizada de manera inteligente y dotada de propósito, que se originó a partir de la materia. La tercera es la mera existencia de la naturaleza. Pero en este recorrido no me ha guiado solamente la ciencia. También me ayudó el estudio renovado de los argumentos filosóficos clásicos», señala.

«Mi salida del ateísmo no fue provocada por ningún fenómeno nuevo ni por un argumento particular. En realidad, en las dos últimas décadas, todo el marco de mi pensamiento se ha trastocado. Esto fue consecuencia de mi permanente valoración de las pruebas de la naturaleza. Cuando finalmente reconocí la existencia de Dios no fue por un cambio de paradigma, porque mi paradigma permanece”», concluye.

“Este es mi libro”

A raíz de la publicación del libro, llovieron las críticas por parte de sus colegas por el cambio realizado, entre ellas la de Mark Oppenheimer en un artículo titulado El cambio de un ateo.

Oppenheimer caracteriza a Flew como un viejo hombre senil que es manipulado y explotado por los cristianos evangélicos para sus propios propósitos. Además, le acusa de haber firmado un libro que nunca escribió.

Sin embargo, Flew, de 86 años de edad, responde de forma concluyente: «Mi nombre está en el libro y representa exactamente mis opiniones. No permitiré que se publique un libro con mi nombre con el cual no estoy cien por ciento de acuerdo».

«Necesité que alguien lo escribiera porque tengo 84 años –dijo entonces-. Ese fue el papel de Roy Varghese. La idea que alguien me manipuló porque soy viejo es exactamente incorrecta. Puedo ser viejo, pero es difícil que alguien me manipule. Este es mi libro y representa mi pensamiento», sentenció.